lunes, octubre 23, 2006

Tortura multicolor


De haber protestado airadamente en ese momento, las cosas no habrian cambiado a su favor, todo lo contrario, tantas charlas al respecto emergerian instantáneamente para llevarlos al mismo punto de partida, sin mencionar que ya estaban allí, ese era su plan y contradecirlo, sería avivar el mismo sermón que predicó desde que salieron de casa: “Para vestir no hace falta una marca, sino buen gusto”

Jonás no lo creía, lejos de una enseñanza, más bien parecía una suerte de penitencia por algo hecho o por hacer, e irremediablemente ese era el precio que tenía que pagar.

En medio de tanto desorden, apenas podía decidir cual de todas esas camisas era la que menos le gustaba. Tantos colores mezclados en una sola repisa lucían antagónicos a la filosofía de su padre.

Mientras descartaba con su mano asqueada al contacto con tanta ropa de mal gusto y peor aún, sin marcas reconocidas, el joven muchacho no dejaba de imaginar: ¿ qué pensaría Jimena al verlo vestir cualquiera de esas camisas que emulan la lástima y el desprecio que produce una mascota sin pedegree en adopción?
Para Antonio Castañeda, su padre, era mucho más sencillo que eso. Pensar en Jimena o en el resto de los compañeros de su hijo en esa fiesta de fin de curso, era irrelevante. Cada cual sustentaba su visión con convicción y argumentos razonables.
Su padre era incapaz de entender, que esa fulana marca, “como el la llamaba” era capaz de cambiarle la cara a su hijo, inclusive su actitud, su seguridad y hasta su liderazgo, pero al fin de cuentas, eso para el no venía al caso.
Lo único claro es que mientras Jonás recibía más sugerencias por una o por otra camisa, más intensidad le sumaba al sentimiento de odio que sentía por su padre en ese momento.
Se sentía en medio de una batalla desigual, sin dinero y sin un solo aliado que le ayudara e escaparse de allí, o al menos sugiriera alguna otra tienda con firmas reconocidas y no, ese cementerio disfrazado de carnaval tan inapropiado, tan detestable.
Todo lo que allí vendían no era más que una crítica, una burla o peor aún, un desplante proveniente de Jimena.
Mientras más caras de desaprobación hacía Jonás, mayor la insistencia de su padre. La tentación por gritarle la verdad a la cara, estaba a punto de ver la luz, sin importar las consecuencias, incluso era preferible no asistir a la fiesta, alegando cualquier excusa poco creíble, pero el dilema si dejar a Jimena sola en medio de tantos lobos hambrientos de ella, era tan fuerte como la angustia de presentarse allí, vestido sin una marca y verse rechazado por culpa de la etiqueta.
Desesperado, pensó en Kike, su hermano mayor, pero este plan tampoco funcionaría, su ropa era intocable, al punto de acorralar las dos puertas de su closet con cadenas y candados que solo él conocía el escondite de la llave.
No había vuelta atrás, había que tomar una decisión y rápido, su padre estaba convencido que la camisa que sujetaba con aquel dragón escupiendo fuego, era la más bonita de todas, simplemente porque cuando la sugirió, no obtuvo una carota como respuesta. Jonás no le había prestado atención inmerso en su dilema, se debatía en su interior por hallar una salida sensata.
Al percatarse, solo dos cosas quedaban por hacer: recurrir a la manipulación, o la más cruel de todas, rendirse y aceptar su destino del hazmerreír en la fiesta.
Tantas ideas para manipular a su padre corrían como pólvora por su mente, desde hacerse el incomprendido, hasta culparle por su decisión de no asistir a la fiesta, pero ninguna funcionaría, su padre era impermeable a esa estrategia. Fue entonces cuando madurar fue lo más sensato, lo menos idiota, lo inevitable y así escogió la camisa que más llamó su atención.
Esa tarde “en la fiesta”, Jonás descubrió que la mayoría de sus compañeros, habían visitado la misma tienda del terror que el tanto llegó a odiar, no había sido el único en vivir esa tortura multicolor, muchas de las camisas que el rechazó, desfilaban desapercibidas para la mayoría, y la que el escogió, la que más se parecía a el, a pesar de su marca desconocida, a Jimena le gustó tanto que fue ella quien tomó la iniciativa para invitarlo a bailar.