lunes, octubre 23, 2006

CON UN PAR DE GOTAS ES SUFICIENTE.


Cada vez que llueve en Caracas, llegan consigo dos elementos irreversibles: trancas interminables y un cambio de guión para la vida de los caraqueños. A pesar de sus distintas formas de llamarla, son muy pocas las veces que arrecia en la ciudad. Aunque una gota, siempre será suficiente para colapsar el tráfico, ya de por sí inmerso en el caos constante y superlativo, cobrando con sus trampas camufladas de asfalto, seguramente más de un amortiguador.

Sin embargo, el tráfico no es el único protagonista cuando llueve en Caracas. Una parte de esa lluvia se da la tarea de alimentar suculentos jardines, mientras la otra, transgrede y somete a los techos vulnerables e incapaces de protegerse de ella. Desde allá arriba, su presencia recuerda, que Alí Primera tenía razón
Cada gota ofrece un sonido distinto a quien las oye con el color de su propio significado. El indigente, por ejemplo, le saca provecho solidificando sus grasas y sabiéndose cuerdo en medio de tanta locura, mientras ve huir de ella a la mayoría, como si de la peor de las pestes se tratara, alegando pulmonías improbables, o simplemente defendiendo la reputación de sus estilistas.

En Sabas Nieves la gente se refugia como puede, mientras el resto del cerro, siempre sediento de ella, se sacia para seguir siendo pulmón.
Mientras tanto, del otro lado del Ávila, habrá quien asocie cada gota al miedo de una vez más y a las lágrimas por sus muertos de aquel día incapaz de escampar en la memoria.
Motorizados resguardados bajo el puente de turno, protegiendo sus calzados con bolsas improvisadas, ya son parte de nuestro patrimonio urbano.
Como en cualquier ciudad, la lluvia moja de diferentes colores, pero en Caracas no es el color lo que cuenta, sino la disposición de mojarse o no, y cuán conveniente es.
Para los buhoneros, es una razón contundente para no llevar el pan a sus casas, mientras en los clubes de la capital con sus exuberantes piscinas, todos desertan inexplicablemente, incoherentes y apresurados, por lo inapropiado a mojarse con otro tipo de agua que no contenga cloro, ni orina.
Casi siempre, irreverente e inoportuna para los desaciertos desde Cagigal, hace que nuestra cultura se mofe, contraria a otros países, a las recomendaciones del tiempo.
Sin mencionar a la carretera panamericana, jugando al asesino en serie divirtiéndose o simplemente ganándose la titularidad en la prensa mezquina y sedienta de sus atrocidades cada vez que llueve sobre ella.
En fin, La lluvia en Caracas rocía a una ciudad y a sus habitantes con la gota circunstancial del momento, y para resumirlo. Cuando llueve en esta ciudad, no solo cae agua del cielo, sino recuerdos, sentidos e historias insospechadas, alteradas o simplemente pospuestas