A MIS 34...
A mis 34 he sentido en mis puños la fragilidad del que pierde, en otras ocasiones, mi rostro ha padecido esa cruel realidad.
El temor por la edad cada noviembre me confunde. Al principio, le temía a la lentitud de los hechos y me adelanté tan aprisa, que no supe darme cuenta que adelantarme no era lo que quería, lo que quería era vivir…
Hoy la incertidumbre no me hace mella, siento que he visto lo suficiente como para no querer saltarme más peldaños sin haber probado los que me tocan.
He roto mil ilusiones, sobre todo las que no me han pertenecido.
No fui capaz de alzar la muerte con mis manos por temor a que fuera cierta.
Renuncié a mi padre sin que el lo supiera y cuando quise volver, el me estaba esperando.
De la pasión por el deporte y medallista a adicto a las drogas, de drogadicto a catequista, de catequista nuevamente a volverme adicto, aunque en aquel entonces a mentir despiadadamente. De rebelde a rebelde, y aqui, sin boleto para retornar . De soñador a mendigo y paulatinamente me convertí en lo que soy. Hoy al único que engaño es al engaño cada vez que le miento al decirle que tendrá otra oportunidad…
Algunos nombres se me escapan de la memoria, pero aún soy capaz de reconocer el aroma que arropaban sus pieles. He sido fugitivo de mi mismo y siempre me he hallado in fraganti frente al espejo consecuente y delator.
Me he alejado sin decirlo y cuando regreso, lo único que he podido decir es lo que cuentan mis ojos. Vivo al extremo, aunque me aburre cuando se hace rutina.
Nunca he podido callar cuando mis vísceras se adueñan de mis cuerdas vocales.
Soy incapaz de saludar por compromiso, mucho menos por cortesía, no me gusta que me vean como no soy. He sido líder de mi mismo desde que me harté de perseguir.
Caminé tanto que decidí comprarme un carro, conduje tanto que preferí quedarme dormido y dormí tanto que hoy me preocupa que llegue el día que me quede sin mi insomnio y perderme las noches sedientas de mi pluma.
Me complace saber que algunos episodios de mi vida, solo han sido eso. Me distraigo con facilidad, sobretodo cuando estoy distraído.
Confío en mí, aunque a veces me convierto en mi peor zancadilla. Creo en la verdad pero nunca en quién jura no haber mentido.
No soporto el perfume barato.
No le temo a la soledad, quizás, porque nunca lo he estado del todo.
Se de donde vengo y me gusta creer saber hacia donde voy, aunque a veces me distraiga por el presente. Hago apuestas conmigo mismo y a menudo se convierten en obsesión. No tengo grises, solo los dientes, producto del cigarrillo y no por sonreír cuando no me apetece.
Mi peor enemigo, siempre se me olvida cuál fue.
He sido cruel cuando no queda más remedio que decir la verdad.
Me aburro muy fácil de los aburridos, también del presumido, pero aún más del que se queja sin haberme pedido permiso para hacerlo.
Admiro al anciano dispuesto a aprender, de igual modo, al que no se cansa de contar lo que muchos ya ni quieren oír. Soy un híbrido de poesía y sarcasmo infectado de verdades.
No entiendo para que hablar cuando ya no hay nada que decir.
Me he cansado de estar cansado y por eso he vuelto a empezar. Desconfío de los que adulan y respeto al que se mantiene al margen de lo que no le pertenece.
No me ando con rodeos a la hora de fantasear y cada vez que despierto, me doy cuenta que prefiero quedarme por estos lados de la realidad, esperando a que corran los años para los mortales, mientras yo sigo haciendo lo mío, con los que nunca mueren. Escribiéndolos…
El temor por la edad cada noviembre me confunde. Al principio, le temía a la lentitud de los hechos y me adelanté tan aprisa, que no supe darme cuenta que adelantarme no era lo que quería, lo que quería era vivir…
Hoy la incertidumbre no me hace mella, siento que he visto lo suficiente como para no querer saltarme más peldaños sin haber probado los que me tocan.
He roto mil ilusiones, sobre todo las que no me han pertenecido.
No fui capaz de alzar la muerte con mis manos por temor a que fuera cierta.
Renuncié a mi padre sin que el lo supiera y cuando quise volver, el me estaba esperando.
De la pasión por el deporte y medallista a adicto a las drogas, de drogadicto a catequista, de catequista nuevamente a volverme adicto, aunque en aquel entonces a mentir despiadadamente. De rebelde a rebelde, y aqui, sin boleto para retornar . De soñador a mendigo y paulatinamente me convertí en lo que soy. Hoy al único que engaño es al engaño cada vez que le miento al decirle que tendrá otra oportunidad…
Algunos nombres se me escapan de la memoria, pero aún soy capaz de reconocer el aroma que arropaban sus pieles. He sido fugitivo de mi mismo y siempre me he hallado in fraganti frente al espejo consecuente y delator.
Me he alejado sin decirlo y cuando regreso, lo único que he podido decir es lo que cuentan mis ojos. Vivo al extremo, aunque me aburre cuando se hace rutina.
Nunca he podido callar cuando mis vísceras se adueñan de mis cuerdas vocales.
Soy incapaz de saludar por compromiso, mucho menos por cortesía, no me gusta que me vean como no soy. He sido líder de mi mismo desde que me harté de perseguir.
Caminé tanto que decidí comprarme un carro, conduje tanto que preferí quedarme dormido y dormí tanto que hoy me preocupa que llegue el día que me quede sin mi insomnio y perderme las noches sedientas de mi pluma.
Me complace saber que algunos episodios de mi vida, solo han sido eso. Me distraigo con facilidad, sobretodo cuando estoy distraído.
Confío en mí, aunque a veces me convierto en mi peor zancadilla. Creo en la verdad pero nunca en quién jura no haber mentido.
No soporto el perfume barato.
No le temo a la soledad, quizás, porque nunca lo he estado del todo.
Se de donde vengo y me gusta creer saber hacia donde voy, aunque a veces me distraiga por el presente. Hago apuestas conmigo mismo y a menudo se convierten en obsesión. No tengo grises, solo los dientes, producto del cigarrillo y no por sonreír cuando no me apetece.
Mi peor enemigo, siempre se me olvida cuál fue.
He sido cruel cuando no queda más remedio que decir la verdad.
Me aburro muy fácil de los aburridos, también del presumido, pero aún más del que se queja sin haberme pedido permiso para hacerlo.
Admiro al anciano dispuesto a aprender, de igual modo, al que no se cansa de contar lo que muchos ya ni quieren oír. Soy un híbrido de poesía y sarcasmo infectado de verdades.
No entiendo para que hablar cuando ya no hay nada que decir.
Me he cansado de estar cansado y por eso he vuelto a empezar. Desconfío de los que adulan y respeto al que se mantiene al margen de lo que no le pertenece.
No me ando con rodeos a la hora de fantasear y cada vez que despierto, me doy cuenta que prefiero quedarme por estos lados de la realidad, esperando a que corran los años para los mortales, mientras yo sigo haciendo lo mío, con los que nunca mueren. Escribiéndolos…